Como pionero inversor y filántropo, Sir John Templeton alentó durante toda su vida la búsqueda de una mente abierta. Una vez dijo que si no hubiese buscado nuevas direcciones, “me hubiera sido imposible conseguir tantos logros”. El lema que Sir John creó para su Fundación, “¡Qué poco sabemos, qué ansias de aprender!”, ejemplifica su filosofía para abordar tanto los mercados financieros como sus innovadores métodos de filantropía.
John Marks Templeton nació el 29 de Noviembre de 1912, en la pequeña ciudad de Winchester, Tennessee, Estados Unidos.
Siguió los pasos de su hermano y asistió a la Universidad de Yale, cubriendo sus propios gastos durante la Depresión. Se graduó en 1934 cerca de los más altos de su clase como Presidente de Phi Beta Kappa. Fue nombrado Rhodes Scholar en Balliol College, Oxford, de donde se graduó con un título en derecho en 1936.
Templeton comenzó su carrera en Wall Street en 1938 y creó uno de los fondos de inversión internacional más grandes y exitosos. Asumió la estrategia de “comprar bajo, vender alto” al extremo, eligiendo naciones, industrias, y compañías que se encontraban en lo más bajo, lo que llamaba “puntos de máximo pesimismo”. Cuando comenzó la guerra en Europa en 1939, tomó un préstamo para comprar 100 acciones en 104 empresas que se vendían a un dólar o menos por cada acción, incluyendo 34 empresas que estaban en banca rota. Sólo cuatro no fueron exitosas, obteniendo grandes ganancias con las otras.
Templeton ingresó en la industria de los fondos comunes de inversión en 1954, cuando estableció el Templeton Growth Fund. Reinvirtiendo sus retornos, cada US$10.000 invertidos en los comienzos del Templeton Growth Fund Clase A se hubiera obtenido US$2 millones hacia 1992, cuando Templeton vendió el grupo de Templeton Funds al Franklin Group. En 1999, la revista Magazine lo llamó “posiblemente el mejor seleccionador del mundo de valores de mercado del siglo”.
Pero los intereses de John Templeton nunca se confinaron meramente a las finanzas.
Siempre optimista, un convencido del progreso, tenaz cuestionador y siempre buscando innovar, dedicó la segunda mitad de su larga vida a promover el descubrimiento de lo que llamó “nueva información espiritual”. Para él, este término incluye el progreso en la comprensión no sólo de temas usualmente considerados religiosos, si no también las más profundas realidades de la naturaleza humana y del mundo físico – es decir, temas investigados utilizando las herramientas de la ciencia moderna.
Templeton estaba convencido de que nuestro conocimiento del universo seguía siendo muy limitado. Su enorme deseo era alentar a toda la humanidad a tener una mente más abierta acerca del carácter de las realidades últimas y la divinidad.
En 1972, estableció el premio anual más grande del mundo ofrecido a un individuo, el Premio Templeton, el cual honra a una persona en vida que haya hecho una contribución excepcional para afirmar la dimensión espiritual de la vida. Su valor monetario, actualmente de £1.000.000, siempre excede a los Premios Nobel; esta fue la forma que Templeton tuvo para subrayar su convicción de que los avances en el dominio espiritual son no menos importantes que aquellos en otras áreas del esfuerzo humano.
Templeton también aportó una gran parte de sus bienes a la Fundación John Templeton, la cual estableció en 1987. Ese mismo año la Reina Isabel II de Gran Bretaña lo nombró Caballero por sus muchas obras de filantropía. (En los últimos años de la década de 1960, se estableció en Nassau, Bahamas, donde se naturalizó como un ciudadano británico).
Aunque Sir John era un Anciano Presbiteriano y muy activo en su iglesia (siendo miembro también del consejo de la American Bible Society), se comprometió con lo que él llamó una “disposición humilde” en teología. Afirmando que se sabe relativamente muy poco de la divinidad a través de la escritura y la teología contemporánea, predijo que “las revelaciones científicas pueden ser una mina de oro para revitalizar la religión del siglo 21”. Para él, “toda la naturaleza revela algo del creador. Y Dios se revela cada vez más al escrutinio humano, no siempre a través de la visión profética o las escrituras sino a través de la investigación asombrosamente productiva de los científicos modernos.”
“Toda la naturaleza revela algo del creador. Y Dios se revela cada vez más al escrutinio humano, no siempre a través de la visión profética o las escrituras sino a través de la investigación asombrosamente productiva de los científicos modernos.”
La postura teológica de Sir John no se conformaba a ninguna ortodoxia, y deseaba aprender no sólo de la ciencia sino de todas las tradiciones religiosas del mundo.
Una vez le dijo a un periodista, “crecí como Presbiteriano. Los Presbiterianos creen que los Metodistas estaban equivocados. Los Católicos creen que los Protestantes están equivocados. Los Judíos creen que los Cristianos están equivocados. Lo que yo financio es la humildad. Quiero que la gente se dé cuenta de que no se puede pensar que se lo sabe todo.” Esperaba que la Fundación John Templeton se posicionara lejos de cualquier consideración dogmática o creencia religiosa personal, y que buscara líderes de proyectos que fuesen “innovadores, creativos, entusiastas, y abiertos a la competencia y a nuevas ideas” en sus aproximaciones a las Grandes Preguntas.
Las ideas progresistas de Sir John sobre finanzas, espiritualidad, y ciencia lo convirtieron en una voz distintiva en todos estos campos, aunque nunca se preocupó por ser un iconoclasta. “Es muy raro que un conservador se convierta en un héroe de la historia”, observó en su libro ‘The Humble Approach’, uno de los más de doce libros que escribió o editó.
El mundo entero se hizo partícipe de la muerte de Sir John en 2008, a los 95 años, con tributos que reconocieron la extraordinaria amplitud de su trayectoria y su visión.
En un obituario titulado “Maximum Optimist”, el Wall Street Journal escribió: Como inversor, siempre confió en que sus elecciones mejorarían en el largo plazo. Fue muy apropiado que el mismo “entusiasmo por el progreso”, como él lo llamaba, lo convirtiese en uno de los más grandes filántropos. La dimensión espiritual de la vida fue su constante inspiración.
The Economist observó:
Sir John reverenció la frugalidad y le tenía horror a la deuda. Sus padres le enseñaron esto en el pequeño Tennessee, inculcándoselo tan bien que en su casa de columnas blancas en las Bahamas, con vistas a la cancha de golf, continuaba cortando papeles usados para hacer anotadores. Pero hacía una excepción en el amor, que necesitaba dar. Uno puede dar demasiadas tierras y demasiado dinero, decía Sir John, pero nunca demasiado amor, y el verdadero retorno era inmediato: más amor.
La muerte de Sir John también fue advertida por Nature, la revista científica más importante del mundo:
Templeton fue un individuo profundamente espiritual, aunque no ortodoxo. Vivió una vida firmemente arraigada en las tradiciones cristianas de la modestia y la caridad. Igualmente, fue un gran admirador de la ciencia, de la práctica no dogmática de lo que él creía llevaba a la humildad intelectual. Su amor por la ciencia y su Dios lo condujo a formar su fundación en 1987 sobre la base de que el diálogo mutuo podría enriquecer la comprensión de ambos.